Síguenos en redes sociales:

Las nóminas precarias de la solidaridad

Empleados denuncian que Médicos sin Fronteras despedirá al 80% del personal al acogerse a una cláusula de productividad

Las nóminas precarias de la solidaridad

Aunque julio sorprende con un cielo antipático, la gente apura la mañana en la viguesa calle Urzaiz. Bajo un andamio, una joven con chaleco blanco y una carpeta plastificada se protege de la lluvia mientras trata de ganarle un minuto a algún viandante para convencerlo sobre la urgencia de su solidaridad. Con un poco de suerte y una buena dosis de labia, quizá consiga abrirle la hucha a alguno de los que se presta a pararse y escuchar. El día habrá empezado entonces con buenas perspectivas para la causa social que defiende la chica pero también para su situación personal. En los últimos años de crisis y tijeretazo a los fondos públicos para cooperación, el face to face (cara a cara) no solo se ha convertido en una de las principales fuentes de financiación de las ONGs. También en una vía de escape recurrente ante el elevado paro juvenil. Solo en Vigo, unas 80 personas se dedican a esta actividad en alguna entidad del tercer sector de acción social.

"En general, se piensa que somos voluntarios. A las ONGs no les interesa que se sepa que el nuestro es un trabajo remunerado por si los socios piensan que su dinero no se destina en exclusiva a proyectos humanitarios", relata Miguel Riaño. Captador de afiliados de Médicos sin Fronteras (MSF), es uno de los promotores de la campaña que busca denunciar las condiciones laborales de los empleados que se patean la calle para mantener a flote la organización.

Responsable sindical de Comisións Obreiras en la entidad social, asume la voz de los centenares de personas que comparten su situación en el sector en Galicia pero prefieren mantenerse en el anonimato.

La precariedad y el temor a represalias, explica, consigue que se hable poco o nada de "la contradicción" que rige los fines humanitarios de las ONGs y los medios, en ocasiones basados en "la vulneración de derechos laborales básicos", que estas emplean para lograrlos. "Creo en la labor que hace MSF pero sus políticas de recursos humanos son propias de una multinacional", indica Riaño. "Busca optimizar beneficios, la alta rotación de personal, que no haya sindicación...", argumenta.

Aunque quienes, como él, se dedican a recaudar fondos para luchar contra enfermedades, combatir el hambre o ayudar a víctimas de catástrofes están adscritos al convenio de acción e intervención social, no cuentan con una categoría profesional propia. "Los captadores de socios suelen trabajar con contratos administrativos", señala Riaño, pese a que recorren las ciudades "sin ningún de protocolo" que los proteja de "las agresiones verbales y físicas" que aseguran que tienen que soportar.

La letra pequeña

En el caso de MSF, el portavoz sindical reconoce que las condiciones para llevárselo al bolsillo son, de partida, mejores que en cualquier otra organización similar: un contrato indefinido de cuatro horas diarias por 840 euros al mes. Sin embargo, continúa Riaño, la letra pequeña describe un permanente periodo de prueba en el que el estrés, la incertidumbre y las bajas laborales por depresión amenazan con naturalizarse como rutina. Unas "desmedidas" metas de productividad establecidas por la Asociación Española de Fundraising, una "especie de patronal" de las ONGs, estarían detrás. El organismo, al que pertenecen otras entidades con presencia en Galicia - como UNICEF, Aldeas Infantiles, Save the Children, Acción contra el Hambre o Cruz Roja - fija los criterios de "rendimiento mínimo" para quienes se dediquen a la obtención callejera de fondos.

Los baremos, relativos tanto a la cuantía mínima de donativos como al número base de socios a conseguir cada mes, resultan, en opinión de los trabajadores, "abusivos". Por una parte, señalan, porque se exigen con independencia de las características sociodemográficas del lugar en el que se trabaja. "No es lo mismo hacer afiliados en una ciudad con una población como Vigo o Santiago que en otra como Madrid", apunta Riaño. También, añade Ángela Serantes, otra captadora de la organización médico-humanitaria, porque las características de su trabajo dificultan la evaluación de la productividad: "No vendo un producto sino que apelo a la solidaridad. Eso es muy difícil de cuantificar", señala.

En Galicia, el 80% de la plantilla de MSF - formada por 30 personas - no logra alcanzar los números que les demanda la organización: seis socios a la semana con un aporte medio de 10 euros al mes. "No cumplir alguno de los dos requisitos implica una amonestación y la acumulación de estas conducen, al tercer mes, al despido", considerado disciplinario, explica. "Puedes llevar años en la ONG y te echan sin indemnización y, además, con el sambenito de ser un vago", lamenta.

Polémica cláusula

La cláusula, pendiente de que una sentencia del Tribunal Supremo dirima su legalidad, no ha sido aplicada en Galicia por MSF durante 2016. Cuando sí era efectiva, unas 250 personas pasaban de media por la plantilla a lo largo de un año. "Casi nadie conseguía las meta. Mucha gente se iba incluso por su propia cuenta porque asumía el chantaje psicológico de que generaba pérdidas y que se estaban dejando de poner vacunas o de aplicar terapias por su culpa", afirma Riaño.

Hace unas semanas, la ONG comunicó a los captadores que, tras haber pasado "un periodo prudente de tiempo", volverá a aplicar la cláusula. El vigués Alberto López, también sindicado en CC.OO., ha recibido el preaviso de despido que lo corrobora. Mientras espera la resolución definitiva de su situación, está dispuesto a defender tanto su puesto de trabajo como el del resto de sus compañeros. "Queremos empleo digno en las ONGs. Si es tanto el dinero que generamos, pedimos también unas condiciones de trabajo acordes", subraya. Con su compromiso espera contribuir, además, a visibilizar la situación del resto de captadores gallegos de ONGs.

Pese a todo, reconocen que MSF tiene, comparativamente, las condiciones más adaptadas a la legislación del sector. "Nosotros cumplimos las horas diarias estipuladas pero en la mayoría de las organizaciones no gubernamentales se suele trabajar demás", señala Riaño. "En Aldeas Infantiles, por ejemplo, hasta doblan jornada para llegar a objetivos cobrando el mismo dinero", asegura . En muchas entidades, no existe siquiera un salario fijo sino que este se paga por comisión en función de los objetivos alcanzados. En otras, se "premia" a los captadores con un día de vacaciones por cada socio que consiga por encima de los ratios marcados. Si la situación es la contraria, en algunos casos, la política también: se "invita" a los empleados a tomarse unos días libres no remunerados.

"No estamos pidiendo el cielo a nadie", resume Riaño. "Lo más contradictorio es que estamos exigiendo derecho al trabajo real en una ONG que dice defender los derechos humanos".

Pulsa para ver más contenido para ti